Cuando era profesor de Filosofía (Alfredo) contaba a veces cuentos sin final o de final abierto, destinados a hacer pensar. La aventura encandilaba y cuando tocaba empezar a pensar sin haber llegado a un final como Dios manda, los chavales protestaban. En una ocasión una chica me dijo que era un sádico por hacerles sufrir de aquella manera. De ahí el título de esta serie de relatos no satisfactorios, concebidos para hacer pensar.